¿A qué huelen las nubes?

Coincidiendo con la presentación del libro “Empresas en la nube” de Jordi Torres, considero interesante para todos este post sobre el Cloud Computing que todos usamos y que la mayoría de la gente no tiene consciencia de sus dimensiones, requerimientos, consumo y futuro. El próximo post será una entrevista con el autor y antes quiero aportaros estas reflexiones personales para entender que hacemos aquí y como hemos llegado. A fin de cuentas basamos nuestro trabajo en una ciencia que nació solo a mediados del 1800 con la Álgebra de Boole.

En nuestro día a día tendemos a especializarnos. A focalizar nuestro desarrollo en lo último, lo que se lleva. Pero es muy necesario también tener una visión global, para ver con perspectiva de donde venimos y entender a donde vamos. No hay que confundir el Cloud Computing con Internet. El Cloud Computing es un modelo que nos permite acceder a un conjunto de recursos compartidos. Internet es el medio.

Los desarrolladores web basamos nuestro trabajo en esta nube, tanto hospedando nuestros servidores en centros de datos, como accediendo a recursos compartidos de terceros. Recursos deslocalizados y escalables. Los mas veteranos en este sector, estamos acostumbrados a la redefinición de conceptos ya existentes. Y no es por falta de originalidad o creatividad; al contrario. La hiper-accelerada evolución de este sector obliga a rescatar conceptos anteriores, redefinirlos y volverlos a poner en primera linea.

Mi padre es informático ya jubilado. Eran los 70. Trabajaba con (literalmente) grandes servidores que procesaban peticiones de terminales tontos. Centros de Cálculo: un concepto que durante años ha sonado a retro, vuelve a primera página con la informática como servicio (IaaS, PaaS, SaaS)

En los 80, con la llegada de los PCs parecia que su mundo se venía abajo. Al menos eso pensaba yo, defensor de esos nuevos terminales que poco tenían de tontos. Pero él me lanzó su profecía: “esto será temporal. Volveremos al modelo inicial de grandes servidores y centros de cálculo”. Podeis imaginar lo que pensé yo, aunque más tarde empecé a sospechar que tenía razón, cuando con el paso de los años las aplicaciones cliente-servidor volvían a retomar peso.

Llegaron los 90, y  con ellos el boom de Internet. ¡Esto prometía! Usando una red nacida con fines militares a finales de los 60 y que en el 74 evolucionó en la definición del protocolo TCP/IP,  ahí estaba yo enviando mails desde la Universidad a Jordi Torres que empezaba a investigar en el CSRD en Urbana-Champaign (Illinois, EE.UU). Con esos primeros cruces de mensajes uno se daba cuenta de que en esa década se redefinirían los parámetros espacio-tiempo en lo que a comunicación se refiere. Algunos ya vieron que hacía falta algún estandard para intercambiar documentos por ese medio; pues ¡venga! ¡a definir el HTML!

La carrera loca que sigue, muchos ya la conocéis de primera mano. Internet sale del ámbito universitario y llega a nuestras casas, y esa redefinición del espacio-tiempo en las comunicaciones, llega a las aplicaciones que actualmente desarrollamos entre todos. ¿A qué huelen las nubes? no se, pero ¿cuánto pesan? ¿cuánto gastan? ¿son sostenibles? ¿pueden seguir este ritmo de crecimiento? ¿Contamina un tweet? A día de hoy, toda esta infraestructura contamina tanto como toda la aviación mundial. El nuevo centro en construcción de Facebook ocupa un área de 28.000m2 y consume 40MW.

No quiero hacer demagogia ni catastrofismo. Al contrario. Con el próximo post quiero haceros partícipes de una entrevista con Jordi Torres, un experto que lleva años trabajando este tema para diseñar el futuro de estos grandes centros de datos  que todos usamos.

 

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